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Oficio lateral nº7. Joaquín Castillo



Joaquín Castillo es Subdirector del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) y editor de la revista Punto y coma. Licenciado en Letras y magíster en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile, este estudiante de doctorado en Literatura comparte con Cadena de Reloj el amor incontenible por los libros y la lectura. Vive en Santiago de Chile junto a su señora, Antonia, y su primera hija, mientras ya viene en camino la segunda. Lo invitamos a contestar algunas preguntas.



"Nunca he perdido la curiosidad o el afán de leer muchísimas cosas más de lo que el tiempo, siempre limitado, lo permite: en ese sentido, mi lista de lecturas pendientes siempre es infinita, y los libros por leer se amontonan en mi velador, en mi oficina o en el escritorio de mi casa".


A Gabriela Mistral le gustaba hablar del métier de côté, esto es, del oficio lateral diciendo: “En el descubrimiento del segundo oficio había comenzado la fiesta de mi vida”. ¿Tienes también un oficio lateral que nutra tu primer oficio? ¿Cómo lo descubriste y cómo le dedicas tiempo en tu vida diaria?

Fuera de la lectura, que es mi oficio y mi pasatiempo por los cuatro costados, soy una persona de múltiples aficiones, aunque el trabajo y la paternidad hagan difícil dedicarles demasiado tiempo. Una de las que intento cultivar son las artes visuales, no poniéndola en práctica —sería un pésimo pintor o dibujante—, sino conociendo y comprendiendo artistas, escuelas o tópicos. Es una afición que despertó en mí hace unos diez años, cuando comencé a hacer clases de literatura y descubrí que la pintura me ayudaba a entender el modo en que cada época observa el mundo o intenta dar cuenta de algunas de las tensiones que la atraviesan, al tiempo que servía como una gran herramienta pedagógica. Creo, por ejemplo, que el siglo XX se nos vuelve mucho más comprensible cuando junto a la historia o la literatura, se intentan seguir las distintas corrientes o movimientos artísticos de cada época o de cada continente. Hoy es posible satisfacer la curiosidad artística por medio de múltiples canales, como perfiles de artistas o museos en redes sociales como Twitter o Instagram —hay cientos de ellos—, o páginas como las del Metropolitan Museum de Nueva York, entre otros, que tienen depósitos amplísimos y maravillosos de sus obras disponibles para cualquier persona con conexión a internet.



"A través de la revista Punto y coma, puedo darle rienda suelta a mis gustos literarios. Por un lado, porque puedo cultivar y compartir un espacio para gozar de la lectura y los libros e invitar a otros a participar en él, pero también porque al editar, leer y corregir a otros uno establece una conversación entusiasta tanto con los colaboradores de la revista como con los potenciales lectores, hacia quienes va dirigido el trabajo de mediación que uno elabora".


Estudiaste literatura y te dedicas profesionalmente a la edición, entre otras cosas. ¿Dirías que has hecho de tu afición una profesión? Además de utilizar tu conocimiento literario y habilidades de escritura, ¿cómo has integrado tu amor por la lectura a tu labor como editor de una revista?

Por trabajo me toca leer, escribir, enseñar o conversar con otras personas sobre lo que estamos leyendo y escribiendo… En ese sentido, soy muy afortunado al poder dedicarme a aquello que me gusta. Mi llegada al tipo de edición que hago hoy en día, sin embargo, tiene mucho de casualidad. Si bien desde la universidad quise armar una editorial (¿quién que ame los libros no tiene ese deseo de joven?), mi primer intento fue un fracaso rotundo en términos económicos y de gestión, quizás porque nunca pensé en el tiempo que ocupaban labores tediosas pero fundamentales del mundo editorial, como una corrección detalladísima de textos, o una atención constante a asuntos administrativos. Con respecto a lo segundo, hoy en día, especialmente a través de la revista Punto y coma, que me toca editar desde el IES, puedo darle rienda suelta a mis gustos literarios. Por un lado, porque puedo cultivar y compartir un espacio para gozar de la lectura y los libros e invitar a otros a participar en él, pero también porque al editar, leer y corregir a otros uno establece una conversación entusiasta tanto con los colaboradores de la revista como con los potenciales lectores, hacia quienes va dirigido el trabajo de mediación que uno elabora.





"Intento que lo más importante sea el gozo a la hora de leer: que mi hija lo pase bien con el cuento que leemos juntos. (...) El estar leyendo todo el tiempo hace que la lectura no sea algo sagrado o solemne, sino algo cotidiano y familiar, lo que creo que nos permite acercarnos a ella con más libertad".


¿Cómo te enfrentas a la lectura desde tu rol de investigador y estudiante de doctorado? ¿Guardas espacios para lecturas gratuitas, no relacionadas con esa labor intelectual?

Hacer de la lectura una profesión, ya sea como editor o en una faceta más académica, hace que exista el riesgo de leer de manera burocrática o puramente utilitaria. Eso a veces es imprescindible, ya que hay que leer grandes cantidades de textos o se hace necesario manejar o buscar información específica en un mundo donde los textos se multiplican a una velocidad abismante. Sin embargo, con algo de fortuna, nunca he perdido la curiosidad o el afán de leer muchísimas cosas más de lo que el tiempo, siempre limitado, lo permite: en ese sentido, mi lista de lecturas pendientes siempre es infinita, y los libros por leer se amontonan en mi velador, en mi oficina o en el escritorio de mi casa. Con respecto a esto último, siempre estoy leyendo cosas que no se relacionan directamente con lo que estoy investigando o trabajando, y esto es una prerrogativa que siempre he defendido hasta en los momentos de más trabajo. La lectura ociosa de una novela o un ensayo siempre me ha permitido estar abierto a otros asuntos, y es allí donde uno descubre nuevas preguntas de investigación, nuevas vetas para reflexionar acerca de uno mismo o del mundo que le rodea, o simplemente para sorprenderse con un texto que emociona, inquieta o ayuda a entender mejor algún asunto.



Como padre de hijos pequeños, ¿cómo aproximas la lectura a tus propios niños?, ¿cómo lo fomentas y qué esperas de ello?

Intento que lo más importante sea el gozo a la hora de leer: que mi hija lo pase bien con el cuento que leemos juntos. Leemos todas las noches varios libros —libros de niños, se leen en un minuto—, repitiéndonos durante días los mismos cuentos, que ella ya se sabe de memoria y repite o recita a medida que vamos leyendo. En segundo lugar, mi gusto por el libro como objeto físico me ha hecho tener muchos libros en distintos espacios de la casa (en el escritorio, por supuesto, pero también en el living o en las piezas), y que nunca falten nuevas historias que descubrir o redescubrir. El estar leyendo todo el tiempo hace que la lectura no sea algo sagrado o solemne, sino algo cotidiano y familiar, lo que creo que nos permite acercarnos a ella con más libertad. Por último, intento que me vea leyendo en muchas ocasiones, ya que los niños aprenden por imitación. ¿Qué espero de ello? Una única cosa: generar un hábito de lectura que sea lo suficientemente profundo como para atravesar el atentado que significa la obligación escolar por leer. He hablado muchas veces con gente que, siendo fanática de la lectura, deja de leer cuando en los colegios lo convierten en una pura obligación o en una herramienta utilitaria para mejorar el lenguaje y la comunicación. No aspiro, entonces, a transmitir un canon o una serie de lecturas, sino un gusto y hábito por leer por placer que haga que mis hijas sepan que el mundo de los libros es entretenido, apasionante e infinito.



En pocas palabras

Último libro leído Diarios, de Álvaro D. Campos, editado por Laurel.

Último libro abandonado Creo que La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset. Nada personal, pero me ganó la máquina. Me mira todos los días desde mi escritorio.

Libro favorito de la infancia Uf!. Difícil pregunta. Me marcó mucho el descubrimiento de Papelucho, aunque no he vuelto a él. También recuerdo con mucho gusto Asesinato en el Canadian Express, de las lecturas escolares. Leí mucha historieta también, de las cuales mis favoritas fueron Tintín y Ogú y Mampato, este último en una serie de Cucalón leída en casa ajena. El libro que me volvió un lector de tomo y lomo fue El hobbit, que me regaló mi padrino un verano en que me quebré el brazo.

Qué libro “debieras” amar pero odias Nunca le encontré la gracia a La conjura de los necios, de Kennedy Toole. Y otros dos, inconfesables: nunca he podido con el Ulises de Joyce ni con los libros de Kafka.

Última compra culpable (de libros Encontré hace poco El oficio de vivir, los diarios de Pavese que son una joya.


Qué libro tienes en tu velador ¡Muchos! Algunos a medio camino, como los Cuentos completos de Bolaño o la primera de Las crónicas de Narnia, a la que quise volver hace un tiempo, y otros sin siquiera comenzar, como las entrevistas del Paris Review a escritores, editadas por Acantilado.

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